Hay una expresión que hemos dicho o hemos escuchado en alguna ocasión: “Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti”. Sería mejor añadir que es mejor si nos sabemos amar, porque si no podemos dañar a los demás tanto como nos dañamos a nosotros mismos.
Cuando uno sabe amarse a sí mismo, se respeta, se escucha, sabe poner límites sanos en los momentos adecuados y sabe ponerlos a las personas a la que deben ir dirigidos. Cuando uno se ama, conoce su luz y acepta su sombra. Cuando uno se ama de verdad, la autoestima se coloca de forma natural, la claridad de pensamiento y acción se manifiesta y el corazón habla.
La pregunta es: ¿nos amamos de verdad? ¿Cuidamos nuestro cuerpo físico, mental, emocional y espiritual? ¿Somos realmente conscientes de la inmensa transcendencia que tiene en nuestra vida, en la que nos rodea y en todo el planeta el hecho de dedicarles esta atención? Porque si somos una expresión del amor, nuestro lenguaje y nuestro comportamiento será de amor. Es entonces cuando nos ponemos manos a la obra y escuchamos a nuestro cuerpo y a nuestro ser… Y ocurre que cuando hacemos a los demás lo que nos gustaría que nos hicieran a nosotros, el amor comienza a andar por sí solo, y ocurren cosas sorprendentes. Como un búmeran que se rige por las leyes aerodinámicas, siempre regresa de nuevo.
“Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti, mejor si te amas profundamente”.
Entonces viene la segunda pregunta: ¿cómo amarnos profundamente?
Es imprescindible escucharnos, tomarnos todo el tiempo necesario para atender nuestras emociones, nuestro cuerpo; o sea, es imprescindible que nos dediquemos tiempo y nos observemos, con el fin de tomar las decisiones y los caminos oportunos para crear ese lazo de amor, de amistad, de comprensión, de cuidado y dedicación hacia nosotros. Dedicarnos tiempo a cuidarnos, a escucharnos, es lo que haría el mejor de los amigos. ¿Verdad que no es tan difícil tratarte bien, como si fueras tu mejor amigo, ese amigo que te comprende y te aconseja con asertividad?
Ver lo que nos hace felices y lo que no, ver lo que llena nuestra vida y lo que la vacía, ver lo que nos hace vibrar y lo que no, escuchar nuestros sueños y aceptar lo que en un principio no podemos cambiar, y si en conciencia no podemos cambiar los hechos externos que nos desafían, hallar la estrategia emocional, la paciencia y la paz interior como método de transformación. No se trata de postergar… Se trata de convivir con aquello que acontece, aprender de ello y confiar.
No se trata de egoísmo, ni de narcisismo, ni de sacrificios, ni de entelequias, ni de juicios de ningún tipo; se trata de que lo más natural y sano del mundo es que aprendamos a amarnos y nos ofrezcamos lo mejor. Esto no significa que se lo tengamos que quitar a nadie para disfrutarlo nosotros. Amarnos a nosotros mismos implica también que de manera natural nace la honestidad, nace la buena voluntad de querer lo mejor para otros. Nace la certeza y el sentimiento de que la abundancia es infinita.
Si pensamos que todo esto es una utopía, hagámoslo realidad en nuestro día a día con las cosas pequeñas, medianas y grandes. Lancemos con fuerza y benevolencia este búmeran de amor.
En mis consultas es muy habitual, casi diría un denominador común, la falta de amor y valoración hacia uno mismo, que se presenta con diversos vestidos y colores; por eso, anota esta frase y tenla presente en tu vida:
Ámate profundamente y haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti, y verás como los demás te responderán de la misma manera que te tratas a ti mismo.